Historias de acueductos: retos de abastecimiento

Luis Ángel / WWF-Colombia.
Cada mañana, entre las 6:00 y las 7:00 de la mañana, Luis Alberto Ramírez inicia su jornada con una taza de café caliente. Lo ha hecho siempre, incluso en sus épocas de agricultor. De eso ya han pasado casi diez años, cuando decidió cambiar los cultivos de papa, fríjol, zanahoria y arvejas de su finca, por los tubos, la bocatoma, los filtros y el cloro. Ahora se desempeña como el “Hombre 10” del acueducto de la vereda La Concordia, en el municipio de El Peñol, donde se es operador de planta, fontanero y administrador. “Estoy vinculado desde hace 14 años, lo que hace que nació el acueductico. Desde que se fundó, yo he estado ahí, al frente, trabajando y tratando de sacarlo adelante”, dice en tono modesto.

Hacerse cargo de un acueducto veredal conlleva un gran esfuerzo. Entre lavar filtros, dosificar el cloro para potabilizar el agua, estar pendiente de la bocatoma, el desarenador y del caudal asignado (1,22 litros por segundo), se puede ir toda la mañana. Los recorridos a pie son largos, pero ya son costumbre. Las tardes se destinan a las labores de mantenimiento y administración: atender daños en las tuberías, leer contadores, arreglar medidores o instalar el servicio de agua en algún nuevo predio, así como repartir cada mes las facturas, casa por casa, a los 200 suscriptores que tiene el acueducto actualmente. Con eso, la jornada va acabando a las 6:00 p. m.

Reconocer la importancia y las complejidades de esfuerzos como el de Luis Alberto ha sido una prioridad para el proceso de Custodia del Agua (DCA) en la cuenca de los ríos Negro y Nare que, desde 2015, ha contado con la participación de miembros de los acueductos veredales de la región. Ejemplo de ello es el acueducto de Luis Alberto, en El Peñol, y el de la vereda Piedra Gorda (municipio de San Vicente), liderado por Fernando Alzate, un administrador de empresas jubilado que se ha dedicado a hacer crecer esta organización comunitaria. Desde los DCA se trabaja en el Acuerdo 12, para continuar con el fortalecimiento integral de los acueductos y la promoción de la asociatividad entre ellos para consolidar su trabajo en el territorio.

El acueducto de Fernando comenzó a operar hace 20 años con 80 suscriptores. Ahora tiene 650, ubicados en cinco veredas con 1700 habitantes, una de ellas del municipio de El Peñol. Actualmente, es el presidente de la junta administradora del acueducto y de la reciente Asociación de Acueductos Veredales de San Vicente. A diferencia del de Luis Alberto, este es más grande: cuenta con un operador de planta, un fontanero y personal administrativo. Su junta la conforman Fernando, como presidente, y cuenta con vicepresidente, secretaria, tesorera y dos vocales comunitarios. Para Fernando como para Luis Alberto, dar cuenta a la comunidad del uso e inversión de los recursos ha sido la clave de su gestión.

Los retos
En estos 14 años de trabajo, Luis Alberto ha aprendido a sortear luchas diarias para prestar un buen servicio: “Al principio, yo no sabía ni pegar un tubo. Pero ya cuando está uno realmente al frente de esto, se ven las dificultades. Por ejemplo, cuando se presentan fugas internas y se queda una parte de la zona sin agua; o cuando se arrecia mucho el invierno también es complicadito: se vienen derrumbes, se revientan tuberías, o hay turbiedad en el agua; ahí mismo la gente se queja: ‘Vea ese pantano que está llegando y que para cobrar sí…’”.

Fue precisamente el tema de los pagos y la facturación el reto más grande que ha enfrentado hasta ahora en el acueducto: “En sus inicios, la gente pensaba, como toda la vida había cogido el agua de las acequias, nunca habían tenido que pagar un peso. Pero ya tener un servicio de eso y concientizar a la gente para el pago, fue muy difícil”, cuenta Luis Alberto como anécdota.

En 2004, el acueducto comenzó con 150 suscriptores; por cinco años, cada uno pagaba dos mil pesos mensuales y se le daban 20 metros cúbicos. Sin embargo, los gastos no lograban solventarse. Esto llevó a realizar un estudio de costos y tarifas. Sus resultados mostraron que era necesario cobrar cada metro cúbico de agua consumido. Esto puso tensa la situación con la comunidad. “Pero solo así podríamos acceder a un subsidio del municipio. En la asamblea, muchos se rebotaron y empezaron a decir que se iban a salir del acueducto. A la hora de la verdad, se retiraron apenas 10; pero luego volvieron”.

Luis Alberto Ramírez, durante el encuentro del
Colectivo de Custodia del Agua, en julio de 2018.
Foto: Tatiana Rodríguez /WWF-Colombia
El Oriente Antioqueño necesita sus acueductos veredales
Aun cuando haya mucho por mejorar, para Luis Alberto y Fernando, los acueductos veredales no solo proveen agua potable. También son escenarios y oportunidades de conservación del agua y los ecosistemas, no solo porque se capacita en torno a la importancia de cuidar el recurso hídrico, sino porque además crean áreas protegidas alrededor de las fuentes que proveen el agua y, por ende, los ecosistemas que proveen el recurso.

Antes, cuando no existía el acueducto, la gente iba cogiendo el agua por ahí y no tenían tanto conocimiento sobre la contaminación. Ahora están más atentos a cuidar la microcuenca”, dice Luis Alberto. Por su parte, Fernando resalta: “estamos usando parte de los fondos del acueducto en el área de protección de la fuente de agua que nos abastece. Tenemos en este momento 50 hectáreas como área protegida donde nace el agua. Esa área es del acueducto y del municipio de San Vicente”.

Para ambos es fundamental que estos acueductos se fortalezcan y sigan siendo comunitarios, pues se garantizan tarifas más asequibles para sus suscriptores, pero, sobre todo, involucran directamente a sus habitantes en la conservación. “Cuando un acueducto es comunitario se tiene en cuenta toda la comunidad y se habla directamente con todos los usuarios; así es más fácil que la gente se concientice de que hay que cuidar el bosquecito, la microcuenca, de tener buenas prácticas agrícolas y que no se contaminan las fuentes de agua”, dice Luis Alberto.

Con la encuesta sobre el estado actual de los acueductos veredales, liderada por el proceso de Custodia del Agua, se están conociendo más a fondo las fortalezas y dificultades de estas organizaciones comunitarias. “Este proceso es fundamental, porque lo que ha hecho es ubicarnos a todos, nivelarnos, para que hablemos un mismo idioma”, destaca Fernando. “Es como si a uno le hicieron una radiografía, para ver qué enfermedades tiene y cuáles son las que hay que atacar; es una radiografía del acueducto. En El Peñol, algunos acueductos creían que estaban muy bien; pero cuando se les hizo la encuesta, les abrieron los ojos. En realidad, hay muchas cosas por hacer”, concluye Luis Alberto.

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